viernes, 29 de enero de 2010

In Itínere

Enero, viernes, nueve de la mañana, once grados.
En un semáforo le he sonreído a un perro blanco. Viaja comódamente instalado en el asiento de atrás de un coche azul. Parece medio adormilado y en éstas, va y me guiña un ojo.
Es la primera vez que ligo con un perro.
Verde.
No el perro, el semáforo.
Cruzo el puente de la albufera. El mar se despierta hoy plácido. Cansino diría yo, como los ojos del perro que me acaba de guiñar.
Reduzco a 50.
Todos lo hacemos desde que han instalado un radar en la Cantera. ¡Qué estupidez! Cuatro carriles, doble sentido, sin urbanizar, sin pasos de peatones. El tráfico ágil se vuelve denso de pronto, hasta que se cruza por debajo de la cámara.
Los jardineros podan el escudo municipal que han plantado frente a la Cámara de Comercio. Las flores amarillas han cogido la delantera. Los osos vegetales que pusieron en Plaza Galicia ya han desaparecido. Al pequeño lo robaron el primer fin de semana. Se llevaron hasta la base de cemento.
Aparece la Casa del Mediterràneo, con su cúpula azul de cartón piedra. Unas silutetas anaranjadas se asoman por las ventanas. Como los fantasmas del Roxy, pero en versión antigua estación de Murcia.
Franzino y los suyos critican a la jueza malhablada que se ha presentado en el juicio contra Otegui sin los deberes hechos. Cinco años de instrucción y aún no sabe qué dijo en el discurso por el que le acusan de enaltecimiento del terrorismo. "No entiendo ni papa", dice sin ningún rubor la representante de la Justicia. Esperpéntico todo.
Mejor pongo Kissefeeme. Shakira. Bien.
Por San Gabriel me cruzo con un tren que se desplaza sobre el agua. Las vías, que van más altas que la carretera. Luego, cuando llueve, pasa lo que pasa.
Alicante-Orán por 88 euros. Esta valla es nueva. Mañana miraré la compañía porque hoy sólo me ha dado tiempo a mirar el precio. Joder, mucho más barato que a Sevilla.
El cabo de Santa Pola se ve nítido esta mañana. Un par de pescadores lanzan sus cañas desde la orilla y el tiempo se detiene por unos instantes. El semáforo de la OAMI ayuda.
Tomo el desvío hacia la Ciudad de la Luz.
Cuatro carriles, doble sentido, sin urbanizar, sin pasos de peatones, sin semáforos, yo sola.
Y corro por el simple placer de correr porque no tengo prisa. Es temporada de exámenes y yo no tengo. El artilugio de acero y cristal que se levantaba en la última rotonda antes de llegar a mi destino sigue hecho trizas. Antes era un tiovivo multicolor en el centro de un estanque. Ahora no hay agua ni artilugio y así lleva desde hace un par de semanas. El viento reclamó su espacio.
La falda norte de Aitana continúa nevada.
Enero, viernes, nueve y media de la mañana, nueve grados.