martes, 27 de junio de 2017

Dile a tu padre que le quieres


Eras rubio, mocoso y guaperas, un aprendiz de canalla desde la más tierna infancia. Pequeño furtivo de alacenas caseras, de esos que hacen incursiones nocturnas en la orza de los pestiños y luego niegan la fechoría con la boca embadurnada de miel y matalahúva. Un día como hoy no puedo dejar de mirarte en la fotografía amarillenta que desempolvé de un antiguo álbum familiar. A veces, a una le da por pensar cosas extravagantes en los momentos más inoportunos. Como que el tañir de las campanas que redoblaban por tí lo hacían por martinetes y que ese cante de flamenco antiguo  era tu último lamento desde lo alto del campanario. Te habría gustado. Pero tu legado genético, el que veo en el espejo todas las mañanas, no tuvo a bien impregnarme las cuerdas vocales. Lástima haber heredado tu piel, tus ojos, tus manos pero no tu garganta portentosa.
Pasaste de robar pestiños a robar corazones a lomos de un caballo. Te enseñó tu padre, un castellano viejo que desertó de su destino de chocolatero en la Zamora más profunda para vender mantas a dita por la Baja Andalucía. Palabras, las justas. Un silbido doble para llamarnos a la mesa y una mirada larga para todo lo demás. “Ya eres mujer, ahora tienes que ayudar a tu madre en la casa”, dijiste aquella tarde de septiembre en la que sentenciaste mi infancia. “Siéntete orgullosa de ser andaluza”, fue tu despedida el día que me marché en busca del futuro a bordo de un autocar destartalado al que apodaban “el catalán”. Palabras, las justas. Yo era experta en interpretar tus silencios. Sabía que me querías aunque nunca lo dijeras, aunque no compartiera tus gustos culinarios por las cabezas de cordero al horno, ni por las habas enzapatadas al estilo portugués. Eso sí, las brevas peladas y ribeteadas de leche condensada que ponías en enfriar en la nevera las siestas de verano eran mi perdición. Nadie se atrevía a tocarlas sin tu permiso excepto yo, que me las zampaba sin reparo a sabiendas de que para ti sería un honor que acabaran en mi estómago.
Poco importaba tu falta de pericia con las palabras cuando me trajiste mi primera máquina de escribir desde  Alemania. Que no tuviera regalos de cumpleaños si luego me alegrabas el día con un ramo de espigas de trigo que soportan bien el paso del tiempo. Puede que no cumplieras ni uno de los requisitos de los manuales de cómo ser un buen padre. Yo tampoco he sido un hija de manual. No te complací en casi nada. No aprendí a cantar, ni a montar a caballo, ni voté nunca a tu partido. Y encima, el andalucismo que tu me reclamabas lo moldeé en otra tierra y con otra lengua. Pero algo debiste hacer bien para que tu recuerdo, como canta Serrat, sea cada día más dulce. Ahora ya puedo escuchar fandangos sin que se me haga un nudo en la garganta, pero durante años el flamenco ha sido un látigo sonoro que me dejaba tu memoria en carne viva.
Hoy podría haber hablado en esta columna de muchas cosas. La actualidad está que revienta por los cuatro costados. Sin embargo, una punzada íntima me ha recordado que hoy es 3 de marzo. Y he vuelto a escuchar la letanía del martinete. http://alicanteplaza.es/dile-a-tu-padre-que-le-quieres

Atrapada en la Red



Como una mosca atrapada en una tupida tela de araña.
Eso tengo ganas de escribir cada vez que el Facebook me pregunta cuál es mi estado. Si me ausento durante largo tiempo se preocupa por mi como un amante celoso y me invita a interactuar con mis amigos virtuales. Siempre está pendiente. El otro día me avisó, por si acaso lo había olvidado, que estaba jugando el Barça y me informó de cómo iba el resultado. También me chiva las páginas comerciales que visitan mis amigos y me informa de ofertas de productos la mar de apasionantes por los que alguna vez me interesé. Un estetoscopio, por ejemplo, un maletín de primeros auxilios o un curso de oratoria. A veces pienso si detrás no estará mi madre porque me recuerda puntualmente los cumpleaños de personas que conozco y lo hace con la suficiente antelación para que me dé tiempo a comprarles algo. Ahora no me valen las excusas memorísticas. Me estoy empezando a mosquear. Detesto dejar tantos rastros en el ciberespacio. Supongo que ese es el precio de todo el volumen de datos que me suministran las redes sociales de manera altruista. Jaja. Nadie da duros a cuatro pesetas. La información se paga y yo la abono religiosamente en módicas cuotas de control externo y pérdida de intimidad.
El caso es que ya no fío de nadie. Ni de mi televisor smart que se apaga si dejo de zapear un largo rato y se toma la libertad de grabarme programas por su cuenta y riesgo. Tan inteligente no será, digo yo. Luego me entero que la CIA tiene la capacidad de espiarme (otra cosa es saber para qué) hackeando mi ordenador aunque esté apagado y colándose en el salón de mi casa a través de la pantalla de ese televisor supuestamente inteligente que tiene vida propia. Y el teléfono móvil, otro que tal baila. Llama a quien le da la gana sin mi permiso y últimamente encuentro llamadas a un número desconocido de Venezuela. Igual me está tendiendo una trampa para acusarme de bolivariana y cualquier día de estos aparezco en los titulares de algún diario digital abonado a las conspiraciones podemitas. Lo he dejado por imposible. Al menos hasta que alguien descuelgue al otro lado del océano y me cobren la llamada. Mi relación con el continente americano es bastante fluida, no se crean. Hace poco me clonaron la tarjeta de crédito y alguien se compró un televisor a mi costa en Lima. El seguro se hizo cargo de los gastos pero el disgusto y el trasiego entre la comisaría y la sucursal bancaria no te lo quita nadie.
Dominique Wolton, el prestigioso sociólogo de la Comunicación, tiene más razón que un santo cuando nos alerta sobre los peligros del exceso de información que nos aísla cada vez más en una sociedad hiperconectada. Mis “amigos” están ahí afuera y apenas les pongo rostro. Son los únicos que me envían cartas postales y regalos por mi cumpleaños: El Corte Inglés, Ive Rocher o Punt Roma. No fallan. Siempre los mismos horrorosos pañuelos de cuello, muestras de cosméticos de la señoritapepis o vales descuento que caducan olvidados en cualquier cajón. Yo es que no soy mucho de tirar, fíjate. Y otro frente abierto es el frigorífico, que se pone a pitar por las noches como un descosido. No sé por qué. Este es analógico, así que el día que me encuentre un posit en la puerta diciéndome que me he quedado sin huevos, le pego una patada a la telaraña tecnológica y me voy con la música a otra parte. Eso si me deja Spotify, que también se atreve a confeccionarme listas de canciones favoritas. El otro día me recomendó una de Rocío Jurado.
Cómo me conoces, bribón. http://alicanteplaza.es/AtrapadaenlaRed

Madrid quiere una playa


Ya me voy haciendo a la idea. Una mañana de estas despertaré sin playa. La historia siempre la moldea el poder atendiendo a sus propios intereses. No estoy descubriendo nada. Pero distorsionar la geografía no es tan sencillo como borrar enemigos de las fotografías o poner a sueldo a escribas sin escrúpulos. Reconfigurar los mapas requiere un ejercicio titánico de ingeniería civil que suele compensar política, económica o militarmente unas inversiones costosas y dilatadas en el tiempo. Obras humanas que conectan mares, desvían ríos, unen islas a continentes, amplían países artificialmente o crean oasis en desiertos. Pónganles nombre si quieren. Pero tras cada remodelación geográfica siempre han existido razones económicas. Siempre, hasta que nos topamos con el Corredor Mediterráneo y la ingeniería política del gobierno  de España, que prioriza el Corredor Central vía Madrid desviando fondos de uno a otro con total impunidad.
Hasta una negada en matemáticas como yo entiende este error de cálculo. Si la inversión pendiente en el Corredor Mediterráneo es de unos 3.500 millones de euros –ministro De la Serna dixit- y la sola construcción de un túnel bajo los Pirineos, imprescibible para el Corredor Central, es de 6.000 millones, parece obvio cuál debería ser la prioridad. Claro que eso sería aplicar la lógica comercial en un país que se ha caracterizado por exportar ovejas en vez de vender lana. Así, me da por pensar que el trazado de un corredor que une Algeciras con Francia a través del centro de la península no obedece a los consabidos argumentos de rentabilidad económica y social sino que amaga otras oscuras intenciones.  Maestros en la manipulación lingüística, son capaces de considerar Corredor Mediterráneo a una línea férrea donde el mar solo aparece en el extremo sur. Y de paso, por obra y gracia de ese malabarismo semántico, ya llevamos la playa al rompeolas de todas las españas.
Porque, a ver quién me asegura a mí que no se hayan iniciado ya de extranjis los trámites para desplazar el Mediterráneo meseta adentro. Por lo menos hasta Ciudad Real, donde se proyecta construir la mayor terminal de contenedores marítimos de Europa. Con un puerto en este secarral manchego, a la Gran Vía madrileña le falta un cuarto de hora para convertirse en un paseo marítimo. La Puerta del Sol ya es el kilómetro cero de la red viaria española, una convención política que denota una construcción centralista de país, pero la cota cero sobre el nivel del mar todavía está en Alicante. No sabemos hasta cuándo.
Sin embargo, miremos la parte positiva. Si el Manzanares desembocara directamente en el Mediterráneo, Costas se apresuraría en arreglar los desperfectos causados por los temporales,  los estibadores se las verían con un oso y un madroño y hasta se reactivaría el mercado inmobiliario con una nueva fachada litoral por explotar. ¿Alguien se apunta a reinterpretar La balsa de piedra de Saramago? Si dejamos que el mar penetre podríamos convertirnos en una isla alargada con Portbou en el extremo norte y Roquetas en el extremo sur. Nos desplazamos mar adentro hasta el golfo de León e invitamos a Baleares a acompañarnos en esta aventura naútica o coña marinera, vaya usted a saber. Y encima resolvemos de un plumazo la batalla independentista de Cataluña. Hala, a fer la mar!!!
Fíjate que a esta ingeniería política-civil de llevar el Corredor Mediterráneo hasta el mismísimo centro de la península empiezo a verle las ventajas. http://alicanteplaza.es/Madridquiereunaplaya

La sirena que embaucó a Echávarri


Es un fake. Eso pensé la primera vez que leí en las redes sociales la propuesta de construir un túnel submarino entre la zona de la Volvo y Panoramis, en Alicante, para desviar el tráfico rodado del paseo Conde de Vallellano. Es un fake. Lo contrasté con varias fuentes periodísticas hasta convencerme de que el alcalde Echávarri había realizado esas declaraciones públicamente y además en presencia del presidente Puig. Había echado números, treinta millones de euros, pero no había perdido permiso a la Autoridad Porturaria, que es la que tiene que dar el beneplácito a esta aventura submarina ya que los terrenos sumergidos y los de la superficie están bajo su jurisdicción. ¿Qué le pasó? ¿Escuchó cantos de sirenas que hacen perder la cordura a los navegantes? No descarto esa posibilidad teniendo el Mediterráneo en la puerta de casa pero antes de verbalizar esa ocurrencia el alcalde debió recordar que Ulises se hizo atar a un mástil para no sucumbir ante esas quiméricas voces.  Sin embargo, sí que siguió los consejos de Homero para que la tripulación (perdón, quería decir gobierno tripartito) no escuchara los cantos embaucadores. Les tapó los oídos con cera o lo que es lo mismo, no les informó sobre el proyecto. Ignoro si para salvarlos del descojone general o por querer la sirena sólo para él. Vete tú a saber.
Ahora hace tiempo que no oigo sirenas pero reconozco haberlas escuchado. Una vez me hablaron de lo maravilloso que sería una línea urbana de ferrys que uniera Puerto Amor con Agua Amarga para cruzar de un lado a otro de la bahía sin tener que atravesar el centro de la ciudad. Recuerdo que estaba parada en el semáforo de la Albufereta una mañana brillante de invierno. Otros conductores se distraían hurgándose la nariz o repintándose los labios. Yo escuchaba sirenas. Hasta que el semáforo se puso verde y el claxon del coche de detrás rompió el hechizo.
Realmente, Conde de Vallellano ya no es una arteria principal de la ciudad. Para cruzar Alicante no hace falta circular por este paseo paralelo al puerto. Hay otras alternativas más rápidas. Ahí están la Gran Vía o la Vía Parque, aún por terminar y las dos circunvalaciones. Se podría restringir el tráfico sin causar un caos circulatorio, pero a la sirena de marras deben de gustarle los túneles. Los subterráneos y los subacuáticos, porque su melodía es recurrente. Sonia Castedo también la escuchó en su momento. Luego llega la Autoridad, la portuaria, u otras autoridades del Estado y mandan callar. Ya pasó con el difunto Palacio de Congresos en la zona de Sangueta o con el soterramiento de las vías del tren, que permanece en el limbo a la espera de que resurja otra burbuja urbanística que haga rentable esta operación. Rentable para Adif, claro. Llegados a este punto, me asaltan las preguntas. ¿De dónde pensaba el alcalde sacar los dineros para construir el túnel? ¿De la Generalitat, que mantiene paralizado el túnel del Tram en la Serra Grossa por falta de presupuesto? ¿Del Gobierno Central que se resiste a pagar sus deudas históricas y desenfunda las tijeras a la menor insinuación? ¿De la calderilla de las arcas municipales?¿Pensaba acaso cobrar peaje para circular por un túnel panorámico que dejara ver la inmundicia de un fondo portuario?
No tengo respuestas coherentes para tanta pregunta. Quizá lo de Echávarri no sea un ataque de candidez sino que esconde un as en la manga que le respalda en este envite tan atrevido. Pero permítanme que lo dude. En sus declaraciones pronunció también otras palabras mágicas: crear una comisión mixta para estudiar el proyecto. Yuyu. Eso es un eufemismo para ocultar una vía muerta donde van a parar propuestas angelicales o sin financiación, que al fin y al cabo vienen a ser lo mismo. Sin embargo, en una cosa tiene razón el alcalde. Alicante es una “ciudad inacabada”. Pues eso, mejor primero la acabamos. http://alicanteplaza.es/la-sirena-que-embauco-a-echavarri

Entre la Albufereta y el Vinalopó


 “Alicante es una provincia que podría vivir sin capital”. Esta reflexión no es mía, se la he tomado prestada a @cpastor, un estudiante de arquitectura que analiza en su blog Discontinuïtats los distintos planes estratégicos que han tratado de integrar Alicante y Elche en una sola área metropolitana. Desde el famoso “Triángulo” de Alfonso Vergara en los ochenta, hasta el actual PAT Alicante-Elx, se han vertido ríos de tinta que no desembocan en ningún mar. Ninguna de las dos ciudades se apea del burro. Se afanan en competir más que en colaborar. Pero déjenme fantasear con que algún día ambas puedan compartir algo más que el aeropuerto y la institución ferial.
No se deben empezar las casas por el tejado. Tanto o más que planes estratégicos, Alicante y Elche necesitan conocerse para poder amarse. Nunca veinte kilómetros marcaron una distancia tan larga. Apenas media hora de coche separan, que no unen, estas dos grandes ciudades del sur de la Comunitat. Como un yin y un yan autónomos, se aferran en mantener sus diferencias en vez de conformar un círculo armónico y complementario. Una, temerosa de que sus señas de identidad milenarias se diluyan como un azucarillo dentro de un territorio comanche que ha fusilado su historia a golpe de un urbanismo devastador. La otra, atrincherada en su bahía burocrática, ejerciendo con altanería sus privilegios administrativos. Una reina sobre un terreno vasto, fértil, rico en parajes naturales pero echando de menos un mar urbano. La otra, con el Mediterráneo instalado en su callejero, pero sin un trozo de campo donde saltar a la comba. Els senyors de la sabata versus l’aristocràcia del bacallà.
Sus élites políticas, empresariales y culturales se han ignorado con fruición. Como si hablaran idiomas distintos,que a lo mejor también. Escasean los mediadores sociales que faciliten el tránsito amable entre una ciudad y otra, que fomenten las relaciones humanas derribando los muros invisibles que se alzan en ambas orillas de Agua Amarga. Cada una su universidad, sus hospitales, su Cámara de Comercio, su equipo de fútbol, su Corte Inglés y, desde hace unos días, cada una su propia oficina de tráfico. Eso de tener que venir a Alicante para sacarse el carné de conducir irritaba a los ilicitanos pero servía de excusa para callejear por la capital de la provincia, una auténtica desconocida más allá del estrecho círculo que pivota sobre la estación de Renfe. Cuando algún día el AVE llegue también a Elche, se habrá roto el último cordón umbilical entre las dos ciudades que yo amo sin estar loca.
Sin embargo, hay motivos para la esperanza. Las concejalías de cultura de ambas localidades comenzaron el deshielo el año pasado organizando el Festival Abril en Danza Elche- Alicante 2016. No se lo creerán pero esta ha sido la primera colaboración cultural entre ambas ciudades en toda su historia. Un circuito cultural conjunto no vendría nada mal. Y el ayuntamiento de Alicante se ha sumado a la legítima demanda para que la Dama vuelva definitivamente a Elche. Un importante reclamo turístico beneficioso para ambas.
Por si no sobrevivo a esta columna (quién me mandará a mi enarbolar una bandera blanca en la tierra de nadie de una eterna guerra de trincheras), dejénme decirles una cosa. Si se consiguiera una relación igualitaria, un tú a tú sin menosprecios ni duelos económicos que entorpezcan el entendimiento, el eje de rotación del centralismo valenciano bascularía con fuerza hacia el sur, hacia un territorio poderoso en el que vivimos más de medio millón de personas, entre la Albufereta y el Vinalopó. http://alicanteplaza.es/entre-la-albufereta-y-el-vinalopo

El instinto maternal y otros arrumacos


La filósofa feminista Elisabeth Badinter se preguntaba en los años ochenta si el amor maternal existe o es una construcción cultural que sufre los vaivenes de los interes sociales de cada época. Reconozco que su argumentación me dejó perpleja porque puso sobre antes mis ojos cuestiones que nunca antes me había planteado sobre la maternidad. Badinter, igual que lo hiciera años atrás Simone de Beauvoir, sostenía, entre otras cosas, que el instinto maternal es un mito cimentado sobre la asimilación del binomio hembra-mujer. Pero las mujeres, afortunadamente, somos seres más complejos que hembras humanas cuyo objetivo primordial es perpetuar la especie a través de la reproducción y el cuidado de las crías.
La universalización del amor maternal , tal y como lo entendemos en la actualidad, es un fenómeno relativamente moderno. Lo mismo sucede con la entronización de la infancia y si no, conviene que releamos a San Agustín y su argumentación sobre la niñez como prueba manifiesta del pecado original. Durante siglos, el alejamiento físico entre las madres y su prole fue un comportamiento socialmente admitido entre las clases pudientes e imitado por las clases medias urbanas como símbolo de estatus económico. Quien podía se pagaba una nodriza, una nanny o una institutriz y reprimía su “instinto maternal innato” en pro de una familia de bien.  Hasta hace poco, las reinas de todos los tronos han debido de ser muy malas madres. O quizá es que el amor maternal solo sea cosa de mujeres pobres y plebeyas. Como el amor romántico, por mucho que reneguemos hoy de los matrimonios por conveniencia.
Sea como fuere, parece que últimamente el debate vuelve a estar en el candelero. La película Bad Moms, independientemente de la frivolidad con que trata el asunto, trajo a colación los sentimientos de culpa que atenazan a las mujeres que no cumplen los requisitos que se les suponen a las madres perfectas. El blog clubdemalasmadres.com ha convertido a su fundadora, Laura Baena, en una de las influencers  más reconocidas de España, con miles de seguidores en todos sus perfiles en redes sociales. Mujeres a las que admiro como Rosa Montero o Rosa Mª Calaf se han pronunciado abiertamente sobre su íntima decisión de no ser madres sin que por ello haya disminuído un àpice su femineidad. Otras, como Luz Sánchez-Mellado o Samanta Villar se proclaman abiertamente “hipomadres” o “malasmadres” sin temor a la lapidación pública por parte de quienes consideran que la maternidad es un regalo de la naturaleza. Un dulce regalo que puede estar envenenado.
Yo soy madre. Ignoro si buena, mala o mediopensionista. La vida te trastea y un buen día amaneces preñada sin paloma ni nada. ¿Cómo saber que ha surgido en ti un instinto que te habilita para amamantar, cambiar pañales, enjuagar lágrimas, limpiar mocos, hacer trabajos manuales, aficionarte a las piscinas de bolas, mediar en riñas de patio, educar en valores, corregir faltas de ortografía o asesorar en amoríos venideros? Pues no lo sabes. Te lanzas a la piscina y nadas. Sin más instinto que el de sobrevivir en una sociedad que demanda superwomen mientras que solo oferta trabajos precarios sin redes de seguridad maternal. Una temeridad, vaya. Y encima, ni siquiera entré en el lote de las beneficiarias del cheque bebé de Zapatero, que ya es mala suerte. Pero bueno, ahora que los hombres están reclamando el instinto paternal, con sus bajas por paternidad y la legalización de la paternidad subrogada, veremos cuántos héroes se animan a practicar la “maravillosa” aventura de conciliar. Y que conste que yo ya tengo mi héroe. Por cierto, si alguien tiene mi libro de la Badinter, que me lo devuelva. http://alicanteplaza.es/el-instinto-maternal-y-otros-arrumacos

viernes, 23 de junio de 2017

Los milagros de la Isleta



Cada vez hay más tumbas urbanas. Seguro que han reparado en algunas, esparcidas de forma anónima por la ciudad. En la mediana de una carretera, en una cruz de algún arcén, en una rotonda, en un paso de peatones o en una insignifacante señal de tráfico.  En ellas no se aloja ningún cuerpo pero perviven los recuerdos. El paso del tiempo se puede medir en el número de ramilletes que reposan sobre el asfalto. Flores frescas o marchitas que inmortalizan un dolor ajeno que podría convertirse en propio. Son puntos negros en el entramado urbano que deberían estar convenientemente señalizados. Como las banderas rojas en las playas o los carteles que anuncian un tramo de concentración de accidentes para que los conductores extremen la precaución. El peligro está siempre rondando nuestras vidas pero podemos estar prevenidos. Les voy a alertar de uno que conozco bien.
La rotonda de la Isleta es uno de los espacios públicos más peligrosos de Alicante. Lo digo porque lo sé. Un lugar de apariencia pacífica, casi idílica, con una fuente de chorros verticales que manan del suelo  y la “Estrella” de Eusebio Sempere presidiendo un túmulo de césped artificial donde habita un delfín herbáceo. Allí confluyen dos vías, la que desciende desde la avenida de Denia hacia la Albufereta y la que bordea la Cantera en paralelo con el mar. La parada del tranvia se esconde en el fondo, a unos metros bajo el nivel de la carretera. Entre el asfalto y la parada deprimida del tranvía hay solo una barandilla panorámica, de tubos metálicos,  que se puede derribar de un empujón. Cualquier error de un vehículo que circule por la rotonda superior puede suponer una tragedia irreparable. Para los conductores y para los pasajeros que esperan la llegada del próximo tranvía. Hace poco más de una semana, la prensa local se hacía eco del último accidente. Un coche se había despeñado desde la rotonda y había caído sobre la parada del tranvía. No hubo víctimas mortales pero los bomberos tuvieron que excarcelar al conductor que quedó atrapado, boca abajo, al lado de las vías del Tram. Fue un milagro que no aplastara a nadie en su vuelo acrobático.
Un año antes, “una joven conductora novel”, según decían los titulares, recorrió el mismo camino. Era una mañana tontorrona de primavera, de esas en que chispea a ratos. Once y media de la mañana. De vuelta de la primera clase en la Universidad. En el estómago, solo un colacao con galletas. Semáforo cerrado. Espera. Arranca. Primera. Segunda. El coche se desliza sobre el asfalto apenas mojado. Se recuesta sobre la barandilla de diseño. Y de pronto, el abismo. El mundo gira sin control. Una vuelta, otra, y el vehículo aterriza estrepitosamente junto a la marquesina del tranvía donde hacía unos instantes esperaban una decena de pasajeros. La conductora salió ilesa y abandonó el coche por su propio pie. Decenas de teléfonos móviles inmortalizaban la escena para alimentar las redes sociales mientras la joven lloraba desconsoladamente en el hombro de un desconocido.
La policía nunca averiguó la causa del accidente, pero no era la primera vez que ocurría un caso similar, decían los agentes. Tampoco sería el último. Hace unos días se ha vuelto a repetir la misma historia con distinto protagonista. Un misterio que nadie resuelve. Un peligro del que nadie avisa. Quiza solo sea un peraltado incorrecto de la curva. Quizá una barandilla demasiado endeble para sujetar el más mínimo envite,  y lo que podría ser un minúsculo roce lateral acaba en un vuelo de película. Hasta ahora, milagrosamente, nadie ha tenido que llevar flores a la Isleta, pero no tentemos a la suerte. Yo estuve a punto de hacerlo. La conductora novel todavía es mi hija. http://alicanteplaza.es/LosmilagrosdelaIsleta

La ciudad y los pájaros



El gorrión más gordo ha llegado tarde. Otro más hábil le acaba de arrebatar, del mismísimo pico, un trozo de tortilla de patatas que ha lanzado al suelo un señor que desayuna en la mesa de al lado. La cafetería está llena de pájaros. Se cuelan por los resquicios del techo de la terraza cerrada que amortigua el frío matinal en Alicante. Sospecho que son clientes habituales porque nadie presta demasiada atención a esta invasión de pájaros desvergonzados. Un niño les ofrece migas de pan pero estos gorriones se han vuelto sibaritas. Parece que prefieren las porras, sobre todo las que guardan restos de azúcar o chocolate. Salen, entran, revolotean un instante oteando el panorama y cuando alguien se levanta, acuden prestos a la mesa que queda libre para darse un festín. Son pájaros de ciudad, pardalets domesticados que se han acostumbrado al pillaje alimenticio como forma de subsistencia. En cuanto te descuides te roban la tostada o la merienda, cual oso Yogui en Jellystone.
¿Qué ha pasado para que estas aves menudas, simpáticas y libérrimas se hayan transformado en indigentes voladoras? La Sociedad Española de Ornitología dice que la población de gorriones comunes en las ciudades ha descendido en más de doce millones de ejemplares durante el 2016, a pesar de que el pardal fue nombrado pájaro del año. Qué cosas, y ellos sin saberlo. Al parecer, los que habitan en zonas urbanas están anémicos y malnutridos porque no encuentran alimentos necesarios para mantener una dieta equilibrada. No hay más que mirarlos cómo se pelean por un trozo de tortilla o una porra con chocolate. La contaminación atmosférica, los plaguicidas y la limpieza de las calles tampoco ayudan en su supervivencia. No es el caso de estos gorriones con los que comparto desayuno, pero dicen que en Pekín o en Londres apenas quedan ejemplares con los que tomarse un cafetito.
Las palomas, sin embargo, se han adaptado mejor y les han comido el terreno urbano. Estas aves llevan viviendo del cuento desde el diluvio universal. Luego Pablo Picasso las convirtió en embajadoras de la paz mundial y desde entonces, atacarlas es casi un sacrilegio. Pero se les está acabando el salvoconducto. La superpoblación está dañando los edificios y el mobiliario urbano, la convivencia extrema con los humanos son foco de contagio de enfermedades y son muchos los ayuntamientos que ya prohíben darles de comer en plazas y jardines. La cosa se pone aún más fea después de que el TSJC haya confirmado que el origen de la fibrosis pulmonar de una guía turística de Barcelona está en la exposición a los excrementos de paloma. Si el miedo se extiende, igual que lo hizo con la gripe aviar, ya se pueden echar a temblar los asiduos a la plaza de Gabriel Miró, uno de los lugares más bonitos de Alicante, como bien saben las palomas, que no son tontas.
Yo, por si acaso, me zampo todo el desayuno sin darle coba a los gorriones cafeteros, no vaya a ser que se aprendan dónde vivo y me monten un remake de pájaros cabreados a lo Alfred  Hitchcock. http://alicanteplaza.es/la-ciudad-y-los-pajaros

Els frikis de la Vall de Guadalest


A Beniardà s’arriba després d’haver-li fet els honors a una bona olleta de blat a Benimantell, un dels tresors culinaris de la muntanya alacantina. Anem en busca de frikis. Ens han dit que a este poblet de la Vall de Guadalest n’hi ha. Els trobem, en filera, eixint d’escola. La més xicoteta té cinc anys i el major en té dotze. Comparteixen aula i professora. Maria Elena és la mestra de preescolar però s’ha quedat sense alumnes i ara també fa classes per esta canalla heterogènia i esvalotadora que fa l’esbarjo a la plaça del poble. A la porta del col·legi, les mares esperen amb el berenar a la mà. Un ràpid intercanvi de la motxilla per l’entrepà i, au, a botar cap a l’aula de cultura que hi ha al final del carreró. A la pissarra ens han deixat un missatge amb una curada cal·ligrafia infantil: “Anem a l’Escola de Frikis”.
Escola de Frikis és un projecte que ha posat en marxa la Universitat Miguel Hernández per a promoure la ciència, la tecnologia, l’enginyeria i les matemàtiques entre els més menuts. Els vicerectors de Planificació de la UMH, Fernando Borràs, i el de Tecnologies de la Informació, Federico Botella, ho tenen clar: cal ensenyar els escolars a programar al mateix temps que a llegir, escriure o a resoldre problemes matemàtics, si no, seran futurs analfabets. A esta proposta ja s’han sumat molts col·legis de tota la província. Però fer una escola de frikis en Beniardà, amb només dotze alumnes de diverses edats i sense prou ordinadors per a tots no entrava en els plans. És clar que no comptaven amb Maria Elena, que assabentada que no hi havia formadors disposats a fer tanta carretera per a dur l’escola de frikis a una de tant singular, es va arremangar i va tirar cap a Elx a aprendre programació informàtica durant l’estiu. Ara va dos passos per davant del seu alumnat, però en té prou.
Abans d’entrar a l’aula de cultura, els frikis s’entrenen al “pilla-pilla” envoltats de núvols baixos i tarongers. Les rialles infantils s’escampen pels carrers emmudits sota el fred de l’hivern fins que un xiulit els crida de nou a fer filera. S’assenten de dos en dos davant dels ordinadors i obrin els programes de joc que ja van començar la classe anterior. De vegades, falla la xarxa, no es posen d’acord en les ordres que li han de donar al comandament i es forma un guirigall, però ningú no s’alça del seu lloc. La més menuda s’entreté fent puzles. “No anàvem a deixar-la sola”, diu Maria Elena que no dona l’abast. “Potser l’any que ve ens podrem ajuntar perquè l’escola de frikis arribe als xiquets de tota la Vall. I si aconseguim que algú ens done ordinadors, encara que siguen de segona mà, perquè cadascú tinga el seu, seria meravellós”.
Ja no hi ha prou amb aprendre idiomes. El llenguatge universal del nou mil·lenni és aquell que ens permet dialogar amb les màquines de tu a tu, on l’abecedari pren forma de codi html, javascript, php, C++  o ves a saber quins altres encara per inventar. I de sobte, mentre veia com uns nanos feien caminar una ovella virtual cap endavant i cap endarrere, vaig tindre un flashforward que em va deixar bocabadada: La friki era jo. http://alicanteplaza.es/els-frikis-de-la-vall-deguadalest

Sillas vacías


“Estos días azules y este sol de la infancia” , los últimos versos escritos por Antonio Machado antes de morir en Colliure (Francia), asaltan mi memoria cuando se acerca la Nochebuena. Dicen que está inconcluso pero yo creo que sí lo acabó. Ese poema mínimo,  de apenas cuarenta caracteres que cabrían en un tuit,  se convierte en el epílogo de aquel otro en el que el poeta recordaba un patio de Sevilla y un huerto claro donde crecía el limonero. Como un flashback impregnado de melancolía. No es tristeza, solo son secuelas de otros días azules, lejanos, fríos, luminosos. Días de infancia.
No sé si a ustedes les pasa pero yo, es sentir la música del anuncio de El Almendro y ya presento los síntomas habituales del síndrome navideño:  escozor de ojos, moqueo alterno, apretón laríngeo y colapso intestinal. Los años deberían haberme inmunizado, pero no hay vacunas eficaces contra este enajenamiento social  espoleado por la Iglesia, la publicidad y los centros comerciales. Excepto para los niños, que compran el cuento por el envoltorio, esto de la Navidad es puro masoquismo. Los migrantes de todo tipo nos metemos entre pecho y espalda un montón de kilómetros por caminos o cielos abarrotados. La atención informativa se desplaza a las autovías, a las estaciones ferroviarias y a los aeropuertos, convertidos en oscuros objetos de deseo para huelguistas y alborotadores hambrientos de telediarios.
Nos pasamos el día guardando colas en cajeros o en administraciones de loterías. Diseñamos, compramos y luego cocinamos menús extraordinarios sabiendo de antemano que no nos los podremos acabar. O peor aún, acabándonoslos. Como una carrera contrarreloj cuya meta es una bandeja de turrón y polvorones a la que llegamos medios muertos. El pistoletazo de salida lo da el Rey con un discurso televisivo soporífero donde todos intentamos descifrar mensajes ocultos entre líneas torcidas. Lo confieso, yo no llegó al turrón ningún año porque es aparecer el Rey por televisión y ya empieza a dolerme la barriga. Me pasa desde pequeña, no crean (espero que esto no sea punible). Y para final de fiesta, ahora hay que guardar un resquicio de espíritu navideño para acoger de buen grado a Papá Noel que llega cargado de tiquets-regalo para devolver los presentes en cuanto vuelvan a abrir las tiendas.
No me extraña que cada vez haya más desapego hacia la Navidad. Los expertos dicen que son fechas en las que crece el número de suicidios. A esa melancolía le han puesto nombres y todo. Los psiquiatras la llaman “blue” y los terapeutas, “ síndrome de la silla vacía”, por aquello del recuerdo a los ausentes. Sin embargo, aunque en todas las casas hay “sillas vacías”, a mi me preocupan más las “sillas perdidas”. Y quien dice silla, dice trabajo, pareja, vivienda, subsidio, elecciones o permiso de residencia. Sillas medio ocupadas por dos culos a tiempo parcial. Algunos se conforman ya con que no les “muevan la silla”.
Para combatir los efectos de este síndrome, los coach se estrujan el seso para hacer recomendaciones: cambiar de aires, enviar felicitaciones por carta (no valen los emojis bailones), participar de la fiesta aunque no soportes a tu cuñado y escribir una carta a los Reyes Magos para expresar tus deseos más íntimos. Yo ya tengo la mía: “Por favor, Rajoy, si convocas elecciones anticipadas, que sea por Navidad”.  http://alicanteplaza.es/sillas-vacias

Per Nadal, Alacant


Jo no sé qué espera la Diputació d’Alacant per a posicionar turísticament la provincia com a Bé d’Alt Interés Nadalenc. I si no existeix cap declaració tan singular como aquesta, doncs l’haurien d’inventar. Des que les nines de Famosa entraven pel portal televisiu, embolcallades amb el tradicional só de les simbombes i amb dues pastilles de torró sota el braç, ma casa es vestia de nadal. Cap altre lloc d’Espanya genera tantes referències emocionals i econòmiques nadalenques com Alacant però encara no s’ha dissenyat cap estratègia comuna per a convertir-la en una destinació turística de primer nivell durant aquest mes festiu per excel·lència en que es produixen milions de desplaçaments en clau familiar. Es troba a faltar campanyes mancomunades entre tots el municipis alacantins que tenen propostes comercials i culturals per a aquesta temporada d’advent. No regnes de taifes on cadascú balla pel seu compte. És evident que junts se’n va més lluny, i si no que li pregunten als importadors del blackfriday.
Amb independència de rimes i llegendes o de si creiem o no en els mags d’orient, el negoci és el negoci. I Alacant té totes les paperetes per a reivindicar-se com a bressol del nadal. Ho saben els xiquets holandesos que reben a Santa Klaus a començaments de desembre. Segons la llegenda, que sempre és un bon reclam turístic, Sant Nicolau, el bisbe miraculós que donà origen al mite de Santaclaus i posteriorment a l’evolucionat Pare Noel, arriba en baixell procedent d’Espanya. Alguns diuen que va salpar del port d’Alacant. L’acompanyen patges negres –potser els mateixos que un mes després escalen balconades a Alcoi?- i du el sac atapeït de joguines, moltes de les quals s’hauran fabricat a la Foia de Castalla. Amb tota aquesta matèria primera de què es nodrixen els somnis, com és que encara no hem construït un palau per al sant benefactor més enllà de la cocatedral que porta el seu nom? Seria un bon inici per a una ruta nadalenca que travesse la província de nord a sud i d’est a oest.
D’ al·licients no en falten, i a tot arreu. Podriem començar la setmana vinent a Xixona. Una fira de nadal amb productes artesans típicament xixonencs on no faltarà el torró en totes les varietats inimaginables. Tothom sap que degustar i comprar torró al mateix lloc on l’acaben d’elaborar sempre aporta un valor afegit a la comanda. Com quan adquirim un pernil a un escorxador de Jabugo o un décim de lotería a Sort, que sempre toca. Si de pas visitem el museu o alguna fàbrica d’exhibició d’última hora, el pack turístic pagarà la pena. Resseguint l’estela gastronòmica nadalenca, un poc més al sud, als camps de les Valls del Vinalopó, trobem tota una industria agroalimentària també en plena efervescència. És el raïm de taula embossat que prendrem la nit de cap d’any mentre desgranem desitjos.
En clau cultural, ens detenim a Alacant on des d’ahir i fins el dia 9, els carrers bulliran de fantasia amb Festitíteres, un festival internacional que enguany celebra el seu vinticinquè aniversari, amb 14 espectacles de titelles d’arreu el món distribuïts por tota la ciutat. I a Alcoi obrirà les portes el Betlem del Tirisiti, la popular respresentació titellaire alcoiana hereva d’una tradició molt mediterrània que combina religió i elements populars en aquest heterogeni teatret centenari.
I qué dir de la Foia de Castalla on el monocultiu del joguet factura 1.500 milions d’euros per temporada? En esta xicoteta vall es fan realitat els somnis dels xiquets cada 25 de desembre, cada 6 de gener o els dos alhora. Ací tenen domiciliats a Papà Noel i a ses Majestats d’Orient amb una oferta turística per a nens de totes les edats. Per als que encara escriuen cartes i pels que enyoren el temps en què ho feien. Fills i filles de Mariquita Pérez, de Nancy, del tren Payà o de la tartana de Rico, que retroben somnis al museu de nines d’Onil o al del joguet d’Ibi.  I per a viure la màgia en viu i en directe, cal retornar a Alcoi per a assistir a la cavalcada dels Reis Mags, la més antiga del món, la menys contaminada per les marques comercials. On Baltasar no és el rei negre, on desenes de patges sense  vertigen escalen balcons carregats de regals, on la música no viatja enllaunada en carrosses i se sent el 'Messies' de Haendel en el moment de l’Adoració. Un espectacle que perdura en la memòria per molt que passen els anys. Un excel·lent final per a aquesta ruta nadalenca de dalt a baix de la provícia que encara no oferten els touroperadors com a gran atracció turística. Definitivament, el Nadal té seu a Alacant. I de vegades, fins i tot, neva. http://alicanteplaza.es/per-nadal-alacant 

Paisajes humanos: en el ambulatorio


Las salas de espera de los ambulatorios son un buen lugar para fabular, para mirar, pero sobre todo para escuchar. Los teléfonos móviles son unos chivatos despiadados que abren en canal, impúdicamente, las intimidades ajenas. Si una está atenta se puede hacer fácilmente un bosquejo del barrio y su vecindario. Los investigadores sociales lo llaman observación participante.
El centro de salud al que yo acudo está altamente feminizado. En mi pasillo hay cuatro consultas donde atienden ocho médicas. La clientela está compuesta mayoritariamente por mujeres – solo hay dos varones esperando- y el carrito de la limpieza, que aparece y desaparece como un desfile profiláctico, lo pilota también una mujer. La estancia está limpia y relativamente silenciosa. Ni siquiera hay toses. Solo una joven atlética, sumergida en las redes sociales,  se suena los mocos entre mensaje y mensaje. Una señora entrada en la cincuentena, de cabellos cortos y grisáceos, que aguarda sola en la silla de enfrente saca un e-book de su mochila y se pone a leer. No es el único libro presente en la sala de espera. Un hombre en edad de jubiliación forzosa, vestido pulcramente con un “look casual”, va por la mitad de una novela cuyo título no acierto a descifrar desde mi  faro de observación. Apenas levanta la mirada ni la voz sino para susurrarle algo a la mujer que le acompaña, una señora que ya no cumplirá los sesenta vestida con vaqueros, pañuelo al cuello, cazadora de cuero y zapatos planos de buena calidad. Una indumentaria de veinteañera que contrasta con sus cabellos sin teñir. Ella no lee. Observa el paisaje humano, igual que yo.
Sale la médica. Ordena los próximos turnos de entrada en la consulta por el nombre de pila de los pacientes. Parece conocerlos a todos. Me quedan tres antes de que me atienda. Como siempre, va con retraso. Por eso sus pacientes se traen libros. A ella hay que venir a verla sin prisas, pero la espera merece la pena. Desde el pasillo de enfrente llega una algarabía infantil. Una niña hace eslálon con un carrito de bebé. Otra se sube a las sillas, luego se baja, se revuelca en el suelo y se vuelve a subir. Desde su atalaya irrumpe a hablar con desparpajo en un lenguaje fluído pero ininteligible. Otro chaval silabea en voz alta todos los carteles del pasillo de pediatría con el orgullo de quien acaba de aprender a descifrar el mundo a través del alfabeto. Una adolescente desgarbada, más alta que su madre, se estira los calcetines de un uniforme de colegio privado, con una falda tableada extremadamente corta que descubre unas piernas frágiles que crecen solo a lo largo. Un muchacho joven con pantalones “cagados” entra comiéndose a besos a un bebé. Al poco, sale de la consulta con el bebé hecho un basilisco. Y vacunado, sospecho. Conozco bien ese pasillo. Hasta hace poco yo también era asidua pero el tiempo pasa inexorablemente.
Acaban de incorporarse a la sala donde espero dos mujeres embarazadas. Pronto se pasarán al otro lado, al de la algarabía y las vacunas. La que luce el vientre aprisionado por una camiseta a punto de estallar pregunta a la señora del e-book por qué hora van. Descubro que mi vecina lectora digital es argentina. Sobre mi cabeza, varios carteles pegados con celofán. Uno invita a los pacientes a una charla sobre violencia de género. Otro, a que se vacunen contra la gripe. El tercero avisa que el colegio de médicos denunciará a quien agreda a algún facultativo. El último, en inglés, francés, alemán y otro idioma que no identifico, pide a los que no hablen español que vengan acompañados de un intérpetre. Para atenderlos mejor, dice. Nada en árabe, ni en chino. Debe ser que no van pacientes que se expresen en esas lenguas. Oigo mi nombre desde el interior de la consulta. Llevo una hora esperando. Pedí cita hace quince días. Total, para una receta. Eso es lo malo. Bueno, al menos tengo tema para la yoyoba. http://alicanteplaza.es/paisajes-humanos-el-ambulatorio

Merlí y las lentejas


¿Se puede cambiar la primogenitura por un plato de lentejas? Esta pregunta de ascendencia bíblica, que hace referencia al famoso rifirrafe entre Esaú y Jacob, contiene más valor por su formulación que por la multiplicidad de sus posibles respuestas. La recuerdo como si fuera ayer y ya han pasado décadas. Mi profesor de filosofía la incluyó en un examen de 3º de BUP. Algunos compañeros se quejaron porque la respuesta no figuraba en nungún apartado del temario de la asignatura. Para responderla había que aplicar conocimientos previos sobre conceptos como la libertad, la fatalidad o el libre albedrío del ser humano para modificar los designios de Dios o de cualquier otro poder terrenal. No era sencillo pero sí apasionante porque te invitaba a pensar, a preguntarte los porqués de las cosas y a dudar de lo previamente establecido. Creo que mi profesor de filosofía me convirtió en periodista. Sin embargo, siempre eché en falta que alguien me enseñara la utilidad de saber que el logaritmo neperiano de 1 es igual a 0. Aprendí a resolver ecuaciones pero sin saber para qué. Me faltó aprender la filosofía que rige las matemáticas, la que puede llegar a explicar el universo en números, ese lenguaje ecuménico que desconoce barreras idiomáticas. Con esos mimbres, seguro que yo también habría suspendido los exámenes del PISA.
Me pregunto si las evaluaciones del informe PISA no esconden una representación interesada, o por lo menos sesgada, de lo que los estudiantes deben o no conocer. Quizá habría que fijarse no tanto en las respuestas obtenidas como en las preguntas formuladas. ¿Los sistemas educativos sirven solo para adiestrar personas productivas para el mercado o también para forjar personas capaces de replantearse los engranajes de la sociedad en la que viven? Nos rasgamos las vestiduras porque no alcanzamos el nivel suficiente en la resolución de problemas financieros pero poco importa si luego esos conocimientos los aplicamos para realizar complicadas operaciones de ingeniería fiscal para evadir impuestos a paraísos fiscales. Nos avergonzamos si nuestros estudiantes tienen déficits en comprensión lectora pero los estamos entrenando en sistemas de comunicación donde hay que explicarse en no más de 140 caracteres o en notas de voz de un minuto de duración. La productividad ha contaminado también el lenguaje. Lo importante es decir mucho con poco, a veces incluso sin nada que para eso están los socorridos emoticonos, sin reparar en la belleza ni la veracidad que contienen las palabras. Dame pan y dime tonto. Este refrán resume mejor que nada el rumbo educativo que se premia en las escuelas y en los gobiernos. Resultados, resultados. Y si no que le pregunten a esos ricos ignorantes que gobiernan el mundo.
Sin embargo, aún quedan resquicios fuera del mundo PISA. En las universidades catalanas este curso ha aumentado un 25% el número de matriculados en filosofía, en grados dobles y triples donde se estudia junto a economía y/o política. La filosofía también es la última moda de los negocios en Estados Unidos o Francia donde muchas empresas reclutan filósofos para sus departamentos de recursos humanos. Una serie de TV3, Merlí,  cuyo hilo argumental gira en torno a un profesor de filosofía al estilo de El club de los poetas muertos, arrasa en audiencia en prime time y en televisión a la carta a la que se concectan miles de adolescentes valencianos (casi 100.000 reproducciones la semana pasada procedentes del País Valencià). Y encima, Ada Colau, la política-filósofa, es la quinta persona más influyente de Europa según la revista estadounidense Político. Parece que no todo está perdido. http://alicanteplaza.es/merli-y-las-lentejas

Carta a Miguel Hernández


Querido Miguel, creo que el presidente Ximo Puig nos va a felicitar el año nuevo a todos los valencianos bajo la higuera de tu huerto y desde el patio donde tu madre y tu hermana se despellejaban las manos en el lavadero. Está muy bien que los presidentes salgan de Palacio y viajen al sur que te vio nacer. Lo hace porque este año que entra se cumple el 75 aniversario de tu muerte en el penal de Alicante y tanto la Generalitat como el Estado han considerado oportuno rendirte un homenaje póstumo declarando 2017 como “Año de Miguel Hernández”.
Ya casi no hace falta, pensarás. Después de tantos años sumido en el olvido oficial, ahora tu obra poética cae casi todos los años en Selectividad, hay una universidad pública en Elche que lleva tu nombre y Serrat ha convertido tus poemas en himnos que han traspasado fronteras. Lástima que tu legado haya acabado definitivamente en Quesada, el pueblo de Jaén donde nació Josefina, en lugar de haberse quedado en Elche, en Alicante o en Orihuela. Cosas de la política, que sigue teniendo sus prioridades. Y de tus paisanos, capaces de montar un “pollo televisivo” para preservar una cruz en honor de José Antonio Primo de Rivera pero resignados cuando se llevaron tu memoria a otro lado.  Compréndelo, Miguel, el dinero no daba para tanto: la Fórmula 1, la Volvo, Terra Mítica...
Hace poco estuve en tu casa museo de Orihuela, en tu dormitorio compartido, junto a la ventana que mira al patio, impregdánnome de ti. Creo que te he seguido toda la vida, desde que mi maestro de primaria, don Santiago Fabregat Conesa, oriolano como tú, me habló de tu existencia cuando tu nombre era aún impronuniciable en las postrimerías de la Dictadura. Don Santiago buceó en los pequeños rastros que dejaste en mi pueblo, Rosal de la Frontera (Huelva) durante tu intento fallido de huir hacia la libertad por un camino erróneo. Te equivocaste, paloma.  Unos “guardinhas” que jamás habían oído hablar de un poeta soldado te detuvieron en Vilaverde de Ficalho, en la raya de Portugal, y te entregaron a las autoridades españolas sin más contemplaciones. Fue también don Santiago quien me contó que permaneciste unos días en el calabozo de Rosal sin que nadie te reconociera, ni te alimentara, ni te consolara. Decía que escribiste con cal en las paredes de una celda que luego demolieron para construir la oficina de teléfonos donde yo jugaba con mi amiga Pepita. Solo la esposa de otro preso que compartió contigo ese fugaz cautiverio te llevaba algo de comer. Una buena mujer que nunca supo quién eras.
Luego llegaron la Democracia, Serrat y Jarcha, que me condujeron directamente a ti sin intermediarios. Y, cosas de la vida, años más tarde nos hemos vuelto a reencontrar, frente a tu tumba, en la ciudad que yo he elegido para vivir y en la que tú decidiste dejarte morir sin bajar el puño, sin doblar la frente, con la cabeza muy alta. Y cosas del trabajo, ahora enseño Periodismo en la Universidad Miguel Hernández. Y tu biógrafo, José Luis Vicente Ferris, es un amigo que me da primicias de tu vida antes de que salgan a la luz en su último libro.
Este año “Miguel Hernández” vas a recibir muchas cartas, ya lo verás. A ver qué te dice esta noche el President. Te escribirán a la tierra donde yaces y tú nos escribirás. http://alicanteplaza.es/carta-a-miguel-hernandez

El timo de la estampita electoral



A veces una se despierta muy temprano, como en las mañanas de Reyes de la infancia. En penumbras zigzagueo hasta al salón con la esperanza de no encontrarme un zapato vacío y enciendo el televisor. Sigue sin amanecer pero en la pantalla ya se vislumbran unas enormes “abarcas desiertas”. No hay regalo. Lo veo en un mapa de los Estados Unidos de América, gentileza del NYT live, con el corazón pintado de rojo y ribeteado de azul por algunos de sus costados. Por si aún quedaban dudas, se oye el bramido de un elefante, ocurrencia de Ferreras en La Sexta, campando a sus anchas por esta cacharrería global.
No puedo evitar recordar otro miércoles tras el primer martes de noviembre. Fue hace ocho años. Esa vez, un primer plano del reverendo Jesse Jackson con los ojos inundados de lágrimas me confirmó la buena nueva devolviéndome a otro tiempo, cuando aún creía en los milagros. Los norteamericanos habían elegido a su primer presidente negro. El mundo estaba cambiando y esa fecha entraría por la puerta grande de la Historia. Como la Revolución Francesa, como la caída del Muro de Berlín, como la llegada del hombre a la Luna. Ese día desperté a mi hija, una niña aún, para compartir con ella la alegría de los momentos irrepetibles, pero esta vez no voy a hacerlo. La dejaré soñar un poco más.
Desde entonces, la infantería mediática intenta justificar su ceguera predictiva atribuyendo culpas a diestro y siniestro. Dando rodeos para seguir ignorando una realidad que, tozudamente y voto a voto, grita la mayoría de los pueblos cada vez que le preguntan. Se oye de todo, desde los que propugnan las bondades del despotismo ilustrado que ejercen tan a menudo las élites europeas hasta los que disculpan al caballo ganador escudándose en las urnas y confiando en que no sea tan fiero el león como lo pintan. Pero la verdad es que tanto el león como su camada pintan feo, muy feo. No hay más que verlos en su ecosistema. Torres de marfil y bótox, mundos de oropel, fantasías animadas de ayer y de hoy. Una saga de aprendices de “Bokassas” oxigenados que se han colgado el mundo como un trofeo de caza mayor.
Si no fuera tan  patético resultaría incluso cómico. Lástima que ya no esté Chaplin para parodiarlo en otro “gran dictador”. Nos moriríamos de la risa viendo cómo el país más poderoso del mundo se ha transformado en un oligopolio de marcas Trump, plagado de “trumpitos” sonrosados y relucientes, recién salidos de sus huevos de Fabergé. Y lo peor no es que esa dinastía rubia vaya a  convertir la Casa Blanca en la Casa Dorada (¿vieron las caras de los empleados en la visita de Trump a Obama?) sino que la democracia televisiva que los ha aupado al trono goza de buenos shares en todo este planeta mediático.
Yo ya soy mayor y recuerdo cómo un supermán castigador de ministros de Hacienda llegó a ser eurodiputado por voluntad de los españoles. Cómo un orondo constructor gobernaba Marbella desde su piscina y cómo un sátiro italiano adicto a los “bunga-bunga” llegó a la presidencia de su país. Debe ser el encanto irresistible de los vendedores de humo. Expertos en el timo de la estampita disfrazada de papeleta electoral.http://alicanteplaza.es/el-timo-de-la-estampita-electoral  

Coleccionistas de mariposas

“Érase una vez una mariposa blanca…” cantaba Lole en una de las más bellas canciones del dúo andaluz, cuya letra hay que leerla despacio y entre líneas. Seguramente muchos de nosotros llevaremos hoy un lazo blanco en la solapa. Como una mariposa blanca clavada con alfileres “entre cartulinas negras….”, sacaremos a pasear hoy nuestro rechazo a la violencia machista y a partir de mañana devolveremos el grito de indignación a nuestros particulares museos de “breves bellezas muertas”. Algunas mariposas tienen nombre propio en el catálogo de la memoria compartida pero la mayoría pasa a engrosar las estadísticas y las hemerotecas que se desempolvan en días como éste.
El director de cine Mariano Barroso, con quien compartí docencia en el defenestrado Centro de Estudios Ciudad de la Luz, fue quien me enseñó, a través de su película “En el tiempo de las mariposas”, quiénes fueron esas tres mujeres cuyos asesinatos marcaron la elección del 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La ONU institucionalizó esa fecha en 1999, casi cuarenta años después de la muerte de las hermanas Mirabal, asesinadas por orden del dictador dominicano Rafael Trujillo “El Chivo” a quien tan bien retrató Mario Vargas Llosa.
Minerva, Patria y María Teresa Mirabal eran cultas, bellas y desobedientes, mariposas sin alfileres. Pecados mortales de necesidad para muchas mujeres, todavía, en cualquier latitud del planeta. Más aún si una de ellas, Minerva, se atrevió a rechazar públicamente el acoso sexual de Trujillo quien jamás le perdonó que no sucumbiera a sus encantos de chivo lascivo y tirano acostumbrado a desenfundar al mismo tiempo la bragueta y la pistola. Por eso la muerte a golpes y posterior despeñamiento del vehículo “que parezca un accidente” de las hermanas Mirabal fue más que un asesinato político de los miles que hubo bajo su mandato. Fue violencia machista de manual y la fecha de su muerte, 25 de noviembre de 1960 se ha convertido en símbolo de la lucha contra esta pandemia que se llama violencia de género.
Pero el mundo no solo está poblado por chivos y corderos, de esos que guardan silencios incomprensibles. En Canadá, en 1991, un grupo de hombres inició la campaña del lazo blanco, el mismo lazo que hoy vemos en fachadas, en carteles y en solapas. Era su grito de horror tras la matanza de catorce estudiantes de la Escuela Politécnica de Montreal por el “delito de ser mujeres”. El asesino, que no había obtenido la nota suficiente para estudiar ingeniería,  entró en el aula, separó a los alumnos varones y acribilló a las mujeres al grito de “feministas”. Luego se suicidó. Demasiado tarde.
Afortunadamente, cada vez más hombres se despojan de esas rémoras que los atan a las cavernas y alzan sus voces como “homes de veritat”, de los que no aceptan ser cómplices de ningún tipo de violencia, ni dentro ni fuera de casa.  #UnHomedeVeritat se llama la campaña unitaria que ha puesto en marcha este año la Generalitat para concienciar a los varones de que las mujeres les necesitamos en la lucha contra la violencia machista. La vicepresidenta Oltra la presentó esta semana en el Salón Azul del ayuntamiento de Alicante y las redes sociales están replicando miles de mensajes balsámicos contra tanta violencia soterrada, tolerada, justificada. Ya era hora de abrir el zoom para encuadrar la otra mitad del cielo. http://www.alicanteplaza.es/coleccionistas-de-mariposas

Ellas bailan solas

Un caballero es mucho más que un hombre montado a caballo. Sin embargo, hay quienes no se apean del burro y siguen confundiendo al caballero con el jinete. La diferencia entre uno y otro estriba en el comportamiento noble y generoso que se le reclama al primero y la simple facultad para cabalgar sobre un equino que se le presupone al segundo. Es la misma distancia semántica que separa a los hombres de los machos.
Ayer me topé con cuatro o cinco caballeros sin caballo. Estaban en la plaza de la Montanyeta formando parte de la protesta por la violación y el asesinato de la joven argentina Lucía Pérez.  Se les veía mucho porque eran hombres bastante jóvenes dentro de un corro integrado fundamentalmente por mujeres adultas vestidas de negro. Junto a ellas, enarbolaban carteles con consignas de “El machismo mata” o “Vivas nos queremos”, pero eran invisibles. Como las abuelas de la Plaza de Mayo que bailaron solas durante tantos años. Nadie se paraba a preguntar por el motivo de la protesta del “miércoles negro” que sacó a las calles a miles de mujeres por toda América Latina. Como si el machismo asesino fuera solo “cosas de mujeres”, igual que la menstruación.
El caso de Lucía Pérez ha zarandeado las entrañas de medio mundo por la extrema violencia desatada sobre su cuerpo. Seguro que ya lo saben. Murió de dolor tras ser violada y empalada por dos energúmenos en Mar de Plata. Pero su muerte es solo un pico de fiebre en una enfermedad congénita que padecemos las mujeres por el único motivo de haber nacido hembras. Después de este último sarpullido que ha atraído el foco de los medios, el silencio y el olvido volverán a cubrir esta dolencia transversal que ataca igual a ricas que a pobres, a letradas, a analfabetas, a europeas o a africanas y para la que no existe más vacuna que una sociedad movilizada y comprometida.
Por eso eché de menos la presencia de más mujeres. Por eso me extrañó, y me emocionó, la asistencia de esos pocos caballeros. Por eso reparé en el vacío que envuelve este tipo de protestas. Los colectivos feministas parecen condenados a vivir en el inframundo mediático y a cargar sobre sus hombros, como Sísifo, la enorme piedra de la violencia machista cada vez que se produce una agresión contra una mujer.  Me da pánico contarlas.
En un mundo que valora lo cuantitativo por encima de lo cualitativo, es preciso que haya muchas voces en alto, muchos líderes sociales a la cabeza de las protestas. Así será más difícil ocultar este terrorismo cotidiano que no consigue elevarse a la categoría de problema de Estado. Iniciativas hay, pero pasan desapercibidas. Esta tarde, algunos caballeros se concentrarán en una “rueda de hombres contra la violencia machista” en el paseo de Canalejas, en Alicante. Es un acto convocado conjuntamente por la Plataforma Feminista de Alicante y Homes Valencians per la Igualtat.  Ojalá se desborden los jardines hasta cortar el tráfico porque se necesitan muchos hombres que se suban a sus caballos y se conviertan en quijotes capaces de derrocar molinos. Pero no se equivoquen, no queremos escoltas, sólo compañía. http://alicanteplaza.es/ellas-bailan-solas