“Hay otros mundos y no son del
PP”, me dijo mi amigo cuando acabó el concierto. La noche, sin embargo, no
invitaba a la reflexión. Hacía demasiado calor y además, había clavado el
titular. Habíamos ido al concierto organizado por los jóvenes de Compromís en
una plaza de Sant Joan d’Alacant. El plato fuerte era el grupo Manel, “els del
boomerang”, pero en los aperitivos apareció El Diluvi. “No els coneixes? Són de
la Foia de Castalla”. Me avergoncé de mi ignorancia y de formar parte de un
pueblo que desconoce y ningunea sus músicos autóctonos. El Diluvi no suena en
las radios, ni en grandes conciertos de esos que se anuncian a bombo y platillo
ni tampoco en televisión (claro que aquí no tenemos). Sin embargo, todos
coreaban sus letras, “paraules sense sentit, paraules sense sentit”. ¿Dónde he
estado yo todo este tiempo, me preguntaba con cara de estar totalmente out?
El público era mayoritariamente joven.
Gente que accede a la música a través de la red, que consume online lo que les
gusta sin discriminar entre lenguas. El Diluvi canta en valenciano, sin
proclamas ni banderas. Lo hacen de manera congénita, porque así les enseñaron sus
padres y sus abuelos en la ladera norte del Maigmó. Su música sabe a Mediterráneo
y a Caribe. Aires de cumbia y reggae con raíces valencianas que consiguen
levantarte el ánimo y los pies apenas oyes los primeros acordes de la
bandurria, el violín, la guitarra flamenca o el acordeón. Son más conocidos y
reconocidos en los circuitos musicales catalanes que en los de su propia
tierra. Como La Gossa Sorda, como Obrint Pas. Quizá porque aquí no existe más
circuito que la plaza del pueblo y seguimos asociando la música valenciana al
folklore popular de “les albaes”, los pasacalles con “dolçaina y tabalet” y la
canción protesta.
Pues bien, El Diluvi se nutre de
todas esas raíces para crecer sin ataduras en un mundo sin fronteras. Nació versionando
poemas de Ovidi Montllor en la inauguración del Casal del Tío Cuc en Alicante y
en apenas tres años ya han publicado tres álbumes (Alegria, Motius y
Ovidenques). Y claro que protestan, porque aún quedan muchos motivos para
protestar.
Reivindican la rebeldía femenina:
“Seràs aquella que vas voler ser, seràsla tres voltes rebel, seràs un puny alçat al vent i tu, sols tu, faràs vibrarcinc continents”. Canciones donde caben Rigoberta Menchú, Malala Yousafzai
o Berta Cáceres. Mujeres que podrían volver a inspirar hoy a Maria Mercé Marçal
su poema “Divisa” por haber nacido mujer, de clase baja y nación oprimida. Reivindican
el nombre de Alicante en su canción “Alacant, bandera clara”, una ciudad
musicalmente sin nombre propio. Reivindican el poemario de Ovidi Montllor, casi
clandestino en la tierra que le vio nacer. Alicante, tan benévola con la
cultura de los otros, suele ignorar con demasiada frecuencia la suya propia.
¿Conocen ustedes a Mugroman, a La Caixa de Gel? Grupos autóctonos que
permanecen recluidos en catacumbas donde se refugian los disidentes de las
culturas hegemónicas. Excluidos de las programaciones culturales
institucionales, es el pueblo, a través de casales populares o asociaciones
cívicas, el que está cerrando los paraguas para dejarse empapar por los acordes
multicolor que derraman El Diluvi y tantos otros en sus actuaciones. Parece que
hay que triunfar más allá del Sénia para romper el silencio que estrangula la
música en valenciano entre el Turia y el Segura.
Publicado en http://alicanteplaza.es/el-diluvi-que-viene
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