Estoy que no quepo en mí de gozo.
Ha sido investir a Rajoy presidente del gobierno y vuelvo a dormir a pierna
suelta. El orden, por fin, ha puesto coto al caos. El horizonte aparece
despejado. Inusualmente despejado para estas fechas tan avanzadas en el
calendario. Incluso amanece antes, fíjense. Pareciera que el universo se
hubiera confabulado para darnos una tregua y los medios, cual tabla de Moisés,
se hicieran eco todos a una de lo que sospecho. Que hay un solo Dios y que
Rajoy es su profeta.
No quepo en mí de gozo, perdonen
que insista. Leo la prensa con alegría. Dicen las estadísticas que el paro se
sitúa ya por debajo del 20% y que octubre no ha sido tan malo como otros años. Los
maestros han salido de las listas del INEM para abrir hueco a los camareros. Se
auguran unas navidades espectaculares para el comercio y ya se ha abierto la
temporada de casting para baltasares y papanoeles. ¿Qué más queremos para
disfrutar de la vida en cada esquina? Seguro que este fin de semana ya podremos
echar la siesta con películas de ambientación navideña en todos los canales.
Los atascos kilométricos durante
el puente de Todos los Santos, es la prueba fehaciente de la recuperación de la
economía. Pero hay más. Los turistas son tan previsores que muchos ya han
pagado su paquete vacacional para el verano que viene. Y encima, Amancio Ortega
ha ingresado este año 1.104 millones de euros en concepto de dividendos
situándose como uno de los más ricos del mundo. “Yo soy español, español, español…”.
Las masas se desgañitan en las calles, orgullosas del nuevo Midas patrio. Que
se joda Bill Gates. Los valencianos sacando pecho. Los Roig de Mercadona, “hay
que trabajar más”, ya son la segunda fortuna de España, toma y toma.
Salgo a la calle, sonrío a mis
vecinos, saludo a los indigentes que se cruzan en mi camino porque sé, aunque
ellos aún no lo saben (no leen la prensa, los pobres), que muy pronto su vida
cambiará a mejor. Estoy por recomendarles que se presenten para los puestos de
papanoel. Algunos juegan con ventaja porque ya llevan la barba incorporada. Sin
embargo, un pequeño desasosiego me pone en alerta cuando me siento al volante.
Mira que si me cruzo con el Peugeot de Pedro Sánchez en su tournée en busca de avales para las primarias… ¿Qué hago, le echo
de la carretera? Al fin y al cabo soy periodista. Alguien me lo agradecerá.
Vaya, tan buen día que hacía y se ha tenido que cruzar por mi cabeza este
nubarrón sanchista. De todas maneras, no hará falta que haga nada. Con no decir
que le he visto ya me vale. Creo que esa va a ser la estrategia periodística
imbuida del espíritu Rajoy que tan buenos resultados da. Al fin y al cabo, sin
gasolina mediática y con las ruedas cosidas a navajazos no llegará lejos. Es lo
que tiene salirse de las rutas establecidas en los mapas, que hay baches,
alimañas y caminos sin retorno. Pero esas son noticias feas que ensucian los
telediarios y remueven las conciencias. Mejor la cobra de Bisbal o la vpo de
Espinar, ¿no creen?
Es que hay gente malvada que pone
en duda la independencia de los periodistas y les exige, incluso, que pongan en
peligro su puesto de trabajo por una verdad más o menos. ¿Quiénes se han creído
que somos, héroes? La heroicidad ha pasado de moda en la profesión. Antes, hace
unos tres años, se hizo un experimento con los periodistas de RTVV y no salió
bien. Se les acusó de cobardía, de no enfrentarse a sus jefes y comulgar con
preceptos editoriales para alimentar a sus familias y miren lo que pasó. Ahora
son unos proscritos. No vamos a cometer los mismos errores, que ya hay
demasiados periodistas en el paro. Lo hacemos por el bien de España. Además,
para periodista “pura sangre” ya está Pedro Sánchez, que se atrevió a
desenterrar a Orwell en prime time: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere
que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”. ¿Pero a quién se le
ocurre? Miren que hasta llegué a echar de menos al rey emérito “¿por qué no te
callas?”
Ya les contaré cuánto me dura
este estado de felicidad mediática abonada al pensamiento único. Verás cómo
viene Trump y la caga.
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