Un caballero es mucho más que un hombre montado a caballo.
Sin embargo, hay quienes no se apean del burro y siguen confundiendo al
caballero con el jinete. La diferencia entre uno y otro estriba en el comportamiento
noble y generoso que se le reclama al primero y la simple facultad para
cabalgar sobre un equino que se le presupone al segundo. Es la misma
distancia semántica que separa a los hombres de los machos.
Ayer me topé con cuatro o cinco caballeros sin caballo.
Estaban en la plaza de la Montanyeta formando parte de la protesta por la
violación y el asesinato de la joven argentina Lucía Pérez. Se les veía mucho porque eran hombres
bastante jóvenes dentro de un corro integrado fundamentalmente por mujeres
adultas vestidas de negro. Junto a ellas, enarbolaban carteles con consignas de
“El machismo mata” o “Vivas nos queremos”, pero eran invisibles. Como las
abuelas de la Plaza de Mayo que bailaron solas durante tantos años. Nadie se
paraba a preguntar por el motivo de la protesta del “miércoles negro” que sacó
a las calles a miles de mujeres por toda América Latina. Como si el machismo
asesino fuera solo “cosas de mujeres”, igual que la menstruación.
El caso de Lucía Pérez ha zarandeado las entrañas de medio
mundo por la extrema violencia desatada sobre su cuerpo. Seguro que ya lo
saben. Murió de dolor tras ser violada y empalada por dos energúmenos en Mar de
Plata. Pero su muerte es solo un pico de fiebre en una enfermedad congénita que
padecemos las mujeres por el único motivo de haber nacido hembras. Después de
este último sarpullido que ha atraído el foco de los medios, el silencio y el
olvido volverán a cubrir esta dolencia transversal que ataca igual a ricas que
a pobres, a letradas, a analfabetas, a europeas o a africanas y para la que no
existe más vacuna que una sociedad movilizada y comprometida.
Por eso eché de menos la presencia de más mujeres. Por eso
me extrañó, y me emocionó, la asistencia de esos pocos caballeros. Por eso
reparé en el vacío que envuelve este tipo de protestas. Los colectivos
feministas parecen condenados a vivir en el inframundo mediático y a cargar
sobre sus hombros, como Sísifo, la enorme piedra de la violencia machista cada
vez que se produce una agresión contra una mujer. Me da pánico contarlas.
En un mundo que valora lo cuantitativo por encima de
lo cualitativo, es preciso que haya muchas voces en alto, muchos líderes
sociales a la cabeza de las protestas. Así será más difícil ocultar este
terrorismo cotidiano que no consigue elevarse a la categoría de problema de
Estado. Iniciativas hay, pero pasan desapercibidas. Esta tarde, algunos
caballeros se concentrarán en una “rueda de hombres contra la violencia
machista” en el paseo de Canalejas, en Alicante. Es un acto convocado
conjuntamente por la Plataforma Feminista de Alicante y Homes Valencians per la
Igualtat. Ojalá se desborden los
jardines hasta cortar el tráfico porque se necesitan muchos hombres que se
suban a sus caballos y se conviertan en quijotes capaces de derrocar molinos.
Pero no se equivoquen, no queremos escoltas, sólo compañía. http://alicanteplaza.es/ellas-bailan-solas
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