lunes, 29 de noviembre de 2010

Vientos del pueblo

Decía ayer Milagros Pérez Oliva en "A vivir que son dos días" que (interpreto) extrapolar los resultados de las elecciones catalanas a unas generales sería un ejercicio de "aventurerismo político"que muchos aprendices de "doctor Livingston, supongo" están practicando desde anoche en tertulias, columnas y editoriales.
La catalana es una sociedad adulta y compleja que bascula entre dos ejes transversales que no tienen correspondencia directa en la política del Estado español. La izquierda y la derecha sociológicas no están tan definidas en el electorado catalán como parecen estarlo en el español. De hecho, de todos es sabido que los resultados autonómicos y los estatales difieren elección tras elección. Esto se debe a las distorsiones que provoca el otro eje (catalanista/soberanista/españolista) sobre el que se asienta la política catalana que impregna el corazón político de los electores. No es una "anomalía"; es una característica.
Por ello, desde anoche no dejo de preguntarme: ¿los votantes del PSC son catalanistas o españolistas? ¿los de Solidaritat de Joan Laporta son de izquierdas o de derechas? ¿los votantes que han llenado las sacas de CiU son todos de "centro"? ¿les apoyarán también en las generales?

Algunos parecen tenerlo todo muy claro y ya observo "gatos" relamiéndose los bigotes y augurando el fin de una era en beneficio propio. Lo siento, mi mente no es tan preclara.

Tengo mis dudas. Soy humana.

Apuntes de Historia Contemporánea


Repaso mis apuntes.

La crisis del capitalismo, como consecuencia de una economía virtual basada en la especulación de los mercados financieros, hace tambalear los estados democráticos. La fallida de la bolsa de Nueva York se traslada rápidamente a las bolsas europeas. Para contrarrestar la debacle, EEUU adopta medidas proteccionistas y baja la cotización del dólar. Europa no consigue ponerse de acuerdo sobre qué medidas ecómicas debe adoptar para enfrentarse a la crisis de manera conjunta. Balbucea, retarda la toma de decisiones y al final cada uno trata de salvar los muebles por su cuenta.

Bajan los sueldos, suben los impuestos, se recortan los derechos sociales.

Las clases medias, que sostienen la economía, se ven amenazadas y buscan el amparo de proyectos políticos que priman la seguridad sobre la libertad y la igualdad social.

La crisis económica trae consigo la conflictividad social.

Poco a poco las huelgas se extienden por los países donde aún se mantiene ese derecho. Primero por motivos económicos. Luego aparecen las revueltas sociales que acaban con los gobiernos que ostentan el poder.

La ciudadanía busca salidas urgentes sin tener consciencia de la peligrosidad de las avalanchas que suelen causar más males que remedios.

Ese río revuelto genera el plancton necesario para que aparezcan tiburones populistas, salvapatrias, iluminados de toda índole. Y la población, deseosa de recetas-milagro, sigue ciegamente a esos flautistas de Hamelin que pregonan la xenofobia, el racismo, el rearme, los extremismos políticos, las dictaduras.

Los territorios colonizados (política, económica y culturalmente) se envalentonan ante las metrópolis (políticas, económicas y culturales) y comienzan a reclamar un reordenamiento del sistema internacional.

Las instituciones internacionales se amilanan, mostrándose abiertamente incapaces de frenar las provocaciones de todo tipo, incluso militares, que se producen en los lugares más calientes del planeta. Pierden su prestigio de gobernanza global.

Comienza a tejerse un entremado de bloques y alianzas estratégicas.

Soplan vientos de guerra.

¿Entenderán mis alumnos que estamos estudiando el período de entreguerras? ¿Los complicados años 30 tras los felices años 20?

¿O mejor les pongo un telediario?