domingo, 19 de julio de 2009

Problemas de visión


Uno de los mayores castigos que tenemos las gordas, sin peyorativos, es no poder ir de rebajas. Si en temporada normal apenas encuentro tiendas que se ajusten a mi perfil antropomórfico y menos aún al psicológico, en julio y en enero los índices de autoestima descienden tanto, que ríete tú del PIB de la zona euro.

Es una mala política comercial . Todos ofrecen productos similares para el mismo estándar femenino: eternas militantes de la adolescencia, sin michelines,o sin complejos para enseñarlos. Y si no das el tipo, pues que te den.

Tendrían que ver cómo nos miran cuando nos atrevemos a entrar a Zara, Blanco o Stradivarius. Yo lo hago como terapia de choque. Otras usan cilicio y yo miro las tallas de las etiquetas. Algunas dependientas, a tono con el tallaje, te invitan amablemente a visitar otros establecimientos especializados en mujeres como yo.
En uno de estos arrebatos conocí una tienda donde las maniquíes y yo dábamos la talla. Un cartel en el escaparate anunciaba orgulloso: Only XXL. La encargada compartía conmigo el estilo y el perímetro, así que le abrí el probador y mi corazón.
El otro frente abierto son las zapaterías. Imposible comprar, a precios asequibles, unos zapatos que no recuerden los modelos ortopédicos. Para comprar los que me gustan tengo que apuntarme a un cursillo intensivo de equilibrista. El otro día me subí a un par, para descargar adrenalina más que nada, y no pude levantar los pies del suelo. Fue divertido porque estaba de buen humor.
Pero bueno, todo tiene su parte positiva: nunca seré una compradora compulsiva. No puedo.
Mi mayor problema no es cuestión de endocrinos sino de oculistas. Una falsagorda, que diría un amigo mío que es un falsofeo.

jueves, 16 de julio de 2009

Las ganas

No paro de andar a gatas por mi blog sin encontrar las putas etiquetas. Para una vez que se me antoja poner orden en mis cosas, empiezo por lo accesorio. Lástima que no me vengan ganas de bucear en el armario.
Hay fuegos artificiales en la playa. La virgen del Carmen, creo.
Ves, ya se me pasó el achuchón cartesiano.

Un muerto para desayunar


¡Qué tendrá la sangre que nos "pone" tanto!
Hace tiempo que la muerte en directo nos entra en casa por la pantalla del televisor. Los noticiarios son grandes contenedores de muertos. A fuerza de verlos desde el sofá hemos perdido sensibilidad cordial y nos quedamos impasibles ante los atentados terroristas(sobre todo si los muertos son extranjeros), la violencia contra las mujeres, las hambrunas, los terremotos, las inundaciones, los accidentes de tráfico...Nuestra cultura audiovisual está desdibujando las barreras entre ficción y realidad y nos conmovemos más con el final de temporada plagado de "sang i fetge" de Los hombres de Paco que con el llanto de una madre palestina
Vamos tan bien servidos de muerte en televisión, que escondemos nuestros propios muertos tras la asepsia de los tanatorios; limpios, maquillados y emperifollados. Cuidando la imagen hasta el final. Sin embargo, el derecho a la intimidad de los muertos ajenos nos lo pasamos por el forro. Solo hay que ver el despliegue informativo sobre la muerte del joven sanferminero que ha copado las portadas de los periódicos, los telediarios y los programas del corazón.
Por norma, los suicidios no salen en las noticias. Y los encierros cada vez se parecen más a un ritual de suicidio colectivo. Las víctimas de los accidentes y los atentados no son carne de primer plano. No se persigue a los familiares para que realicen declaraciones; las cámaras no se regodean en los rostros desencajados de las madres. Estos sanfermines ha corrido mucha sangre y no era cuestión de desperdiciar la plasticidad de la muerte por un problemilla de ética. Al fin y al cabo, es un reallity cuyos protagonistas actúan gratis. No en vano el subidón de las corridas de toros, y lo que las convierte en noticia, es cuando en la lucha, pierde el torero.

Aunque no sea más que un accidente laboral.

A los gatos los carga el diablo


"El Papa se va de vacaciones, y allí le esperan dos gatos que le arrancarán una sonrisa, al menos como los proverbiales cuatro gatos, o quizá algunos más, que todavía tienen el valor y la paciencia de escuchar sus palabras".
No estaba inspirado el periodista de la RAI3, Roberto Balducci, cuando hizo tal comentario sobre el Papa. Más que nada porque cuesta entender que tras esa frase ininteligible (o si no que fusilen al traductor) se esconda una ironía fina. La que sin duda es fina, es la interpretación que se ha hecho de ella, digna de mentes preclaras acostumbradas a leer entre líneas y versículos. Digna de esquizoides santones que pululan por radios episcopales y platós fundamentalistas. A Balducci le han destituído de su cargo como experto en información vaticana de la RAI, pero no por castigo divino o tendencias anticlericales, ¡qué va!, si no por falta de rigor profesionalidad. No debía ser tan experto si ignoraba las consecuencias que podría acarrearle un comentario sobre gatitos en un mundo plagado de Halcones que velan por la pureza de las Palomas. Debería saber que si uno se alimenta de hostias no puede repartirlas impunemente, sobre todo a quien te da de comer. El Vaticano podría redimirlo administrándole el perdón, pero lo tiene todo invertido en la salvación del alma del Cavaliere. La RAI berlusconiana sólo acepta para Balducci, la extremaunción.Menos mal que no se le ocurrió dibujar una viñeta, porque al experto vaticano sólo le quedaría esconderse en Villa Certosa, donde el Ojo Divino se vuelve ciego, o pedir asilo en Irán.

Y con suerte, hasta le darán un carguo en Al-Jazzira.