miércoles, 18 de julio de 2012

RTVV Obituario. 2ª Parte.


Rojos, catalanistas y maricones.
Ésa era la plantilla de RTVV cuando el PP llegó al gobierno de la Generalitat en 1995, apenas cinco años después del inicio de las emisiones,  y tomó posesión de sus nuevos dominios.
 “¿Y tú en qué categoría entras?”
Esa pregunta era la primera vez que circulaba entre los trabajadores porque hasta entonces nadie se había interesado por sus perfiles ideológicos. Para entrar pedían titulación, conocimiento oral y escrito del valenciano (no para joder, como algunos pensaban, sino para poder trabajar), experiencia y profesionalidad, pero nunca filiación política ni afinidad ideológica. En realidad, entre la plantilla original de RTVV había un muestrario variopinto de personas con las que podías ir a tomarte unas cervezas, o no, pero cuando se ponían detrás o delante de la cámara solo había grandes profesionales de la información. Llegaron del Levante, de Las Provincias, de la SER, de la COPE, de RNE o recién salidos de la universidad. Había quien comulgaba a diario y quien hablaba “catalán en la intimidad”, quien guardaba las plumas antes de pasar por la recepción y quien cumplía a rajatabla todos los mandamientos. No se sabía qué votaban ni puñetera falta que hacía, porque no estaban allí para hacer política sino para hacer periodismo en valenciano.

Pero los recién estrenados comisarios que desembarcaron en los despachos y en las cabinas de mando no escondían el desprecio que sentían por la redacción de informativos. Nos sentíamos observados, amenazados y humillados. Sembraron la sospecha, premiaron la delación y pasaron lista. Una lista muy negra y muy larga.  
Pusieron una cruz al lado de nuestros nombres y nos crucificaron: ésta es roja, ése maricón, aquella es catalanista, a este otro ponle tres cruces porque lo tiene todo...

Y así fue cómo una plantilla compuesta por medio millar de trabajadores se duplicó y luego se triplicó. Así fue cómo los periodistas expertos en política local tuvieron que aprender deportes autóctonos como la pilota valenciana. Los especialistas en internacional que habían cubierto la Guerra del Golfo acabaron sus días haciendo fiestas locales. Los que cubrían las Cortes se acostumbraron a hacer noticias de agricultura. Punt 2 nació con una clara vocación de cementerio donde sepultaron en vida a lo más granado del periodismo valenciano. Su único delito fue haber conseguido trabajo, la mayoría después de haber aprobado unas duras oposiciones, mientras gobernaba el PSOE en la Generalitat.

Las nuevas remesas eran más dóciles, más jóvenes y también, por qué no decirlo, más ignorantes. En la redacción había que explicarles quién era quién en el panorama político y social valenciano e incluso había que escribirles los textos en valenciano. Con la era Zaplana comenzó el declive de RTVV que se convirtió en poco tiempo en su cortijo particular con sede central en Benidorm. Y comenzaron a llegar los hijos de, los primos de, las novias de, los compadres y los correligionarios que se extendieron por todas las secciones existentes y por las nuevas que se crearon ad hoc.
Luego Camps, como tampoco se fiaba de los trabajadores que habían entrado de la mano de su antecesor, volvió a ampliar la plantilla con personas afines. A Fabra no le ha dado tiempo. Canal 9 reventó por los cuatro costados.

La estrategia les ha salido perfecta. No creían en una RTVV pública y de calidad pero como su “religión” les prohibía matar dejaron que se muriera lentamente. Ahora, al albur de la crisis económica y tras haber hecho trizas la reputación de Canal 9, han decidido provocarle un coma inducido. Durante estos últimos 17 años, la usaron, la convirtieron en un juguete caro y estúpido. Y ahora que ya son mayores no necesitan seguir jugando.
Pobre juguete roto.  

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