viernes, 19 de enero de 2018

La tortura que mece la cama

El día que me dijo que ya no servía ni para follar se lo agradecí. De noche le oía jadear al otro lado de la almohada mientras mecía la cama. Me había sustituido por una paja y se lo agradecí. Era más fácil lavar manchas amarillas en las sábanas que la mugre que dejaba en mis entrañas.  Cuando dejó de menearme la cama le agradecí que parara esa tortura nocturna con la que me violaba sin siquiera rozarme. Qué alivio que hubiera encontrado a otra a quien ensuciarle las sábanas. Pero las manchas volvieron.
En el pijama de la niña.

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